A veces, la realidad golpea con tanta fuerza que resulta imposible mirar hacia otro lado. Esta semana, Borrell no solo nos habló: nos sacudió. Abrió nuestros ojos y, sobre todo, tocó nuestras conciencias.

¿Cómo es posible que, como sociedad, sigamos mirando hacia otro lado, como si el dolor ajeno no nos perteneciera? Matan a miles de niños y niñas cada día. Detente un momento. Piensa en lo que eso significa. El hambre, que debería unirnos en solidaridad, se utiliza como arma de guerra. Se bloquea la ayuda humanitaria. Se viola el derecho internacional… y el mundo calla, paralizado. Y cada uno de nosotros seguimos inmóviles.

Esta semana tuvimos la gran oportunidad de escuchar a Borrell, hasta hace poco Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores. Antes fue ministro de Exteriores de España y presidente del Parlamento Europeo. Pocas personas acumulan un conocimiento tan profundo y directo de los conflictos que cercan Europa. Su testimonio fue claro y urgente: los retos que amenazan a las próximas generaciones son enormes, y nuestra respuesta como sociedad no puede seguir siendo la indiferencia.

Liderar con principios

España está hoy a la vanguardia de una posición internacional que muchos compartimos. Con Pedro Sánchez al frente, el Gobierno exige la entrada inmediata de ayuda humanitaria en Gaza, el cese de la masacre y una solución política al conflicto. Mientras no se consiga se deben hacer efectivas medidas de presión hasta que se alcance. Como ha señalado el ministro Albares, en la sesión de control, “Gaza es una herida abierta en la humanidad”. Y no le falta verdad.

La tecnología avanza. La inteligencia artificial crece. Pero, ¿de qué sirve todo ese progreso si la humanidad sigue amenazada?. Nuestra generación ha vivido los mejores años de paz y convivencia. Por eso, cuesta asumir que las guerras sigan siendo parte del presente. Siempre he pensado que las guerras son el fracaso de la política y de las sociedades avanzadas. En una guerra, todos y todas perdemos algo.

Ni pesimistas ni optimistas: activistas

No vivimos en el mundo que queremos, sino en el que nos ha tocado. Pero eso no significa resignarse. Como dicen Borrell y Cristina Narbona, «no debemos ser ni optimistas ni pesimistas: debemos ser activistas». Y tienen razón.

Solo desde la convicción de que un mundo mejor es posible podemos comprometernos con su construcción, con activismo. Eso sí: sin ingenuidad. Las amenazas ya no siempre se presentan con balas. En el tablero internacional, unos pocos concentran el poder. Pero el poder debería estar en manos de quienes defienden la humanidad, respetan los derechos humanos y anteponen el bien común a los intereses propios.

Una Europa fuerte y unida

Durante décadas, vivimos bajo el escudo protector de Estados Unidos. Hoy, ese escudo está debilitado. Europa debe fortalecer su autonomía estratégica, invertir en defensa y seguridad, y hacerlo sin que eso suponga renunciar a nuestro compromiso con la paz.

No se trata de militarismo, sino de responsabilidad. Defender nuestro modelo de sociedad requiere recursos. Convertir cada amenaza en una oportunidad: esa debe ser la misión de Europa. Una industria potente, un uso inteligente de nuestro talento y una verdadera unión son nuestras mejores herramientas.

Y no basta con que existan tribunales internacionales: hace falta un órgano reconocido y con capacidad coercitiva. Si no, el derecho internacional será papel mojado. “Se trata de potenciar la fuerza de la ley, no la ley de la fuerza”.

Nos jugamos demasiado. Abre los ojos.

Hoy, más que nunca, necesitamos una seguridad europea propia. Y eso exige compromisos, acuerdos y aportaciones claras por parte de todos los países. España tiene que dedicar más recursos económicos a Defensa, a seguridad y ningún partido debería hacer demagogia con ello. Nos jugamos demasiado: no solo la seguridad, sino el modelo de vida al que no queremos —ni podemos— renunciar.

No solo el presente nos jugamos. También el futuro de quienes vienen detrás.

Abre los ojos. Porque aún estamos a tiempo. Pero no lo estaremos para siempre.

Despierta!