Las semanas en el Congreso de los Diputados se suceden con la sensación de que vivimos circunstancias excepcionales
en el ámbito parlamentario. El enfrentamiento ha alcanzado tal intensidad que la confrontación y el desconcierto ha
traspasado la puerta de los leones. La ciudadanía no entiende determinados comportamientos en el parlamento y no me
extraña.
Ver a diputados y diputadas del partido popular levantados, gritando, insultando y dando golpes en el escaño como
hooligans sorprende y abochorna. Es evidente que su estrategia es generar un ambiente irrespirable. Han dado por perdida la legislatura desde su inicio y semana a semana contribuyen a
trasladar la peor imagen del parlamento. Han decidido convertir el hemiciclo en un cuadrilátero de boxeo, donde la lógica
contraposición de ideas se sustituye por golpes a un gobierno al que pretenden convertir en un “Punching Ball” (saco de
boxeo).
Esa es la razón y no otra para que haya pasado a un segundo plano el contenido de lo que se trata en el parlamento.
Quieren amagar que, a pesar de ellos, este gobierno y los grupos que lo apoyamos hayamos conseguido aprobar 28 leyes en
lo que llevamos de legislatura , que están publicadas en el BOE y que han entrado en vigor.
Según comentaba nuestra secretaria general de grupo, hasta la fecha, se han realizado 1048 votaciones en el pleno y
hemos ganado 934. Dadas las circunstancias, no me parece una cifra menor. Sin embargo, continuan intentando trasladar
a la opinión pública que la situación es insostenible cuando en realidad, lo que es inmantenible es la actitud irresponsable
del partido popular. Porque, entrando en materia, ¿Qué ha pasado para qué no se haya aprobado la ley de creación de la
agencia estatal de salud pública? ¿Acaso no respondía a una de las primeras recomendaciones de la subcomisión del
congreso con motivo de la COVID para poder hacer frente a nuevas epidemias? ¿Acaso no contaba con un amplio respaldo
parlamentario?
Es incomprensible en términos de utilidad pública y coherencia política que haya partidos que la votaran favorablemente en
la comisión y por motivos ajenos a la ley, votaran en contra en el pleno, tumbándola.
Junts quería aplazar la votación de las enmiendas del senado a la ley de desperdicio alimentario y como no se aplazó, se
posicionó en contra de otra de las leyes objeto de votación que nada tenía que ver con esta. ¿Una pataleta infantil o una
arma de presión al gobierno? No hay duda que pretendían ejercer su poder de presión, porque saben, que una vez que
anuncien el cambio de voto, el partido popular se sumará a ellos sin escrúpulo alguno. Y así fue, una vez que Junts anunció
el cambio de voto, el partido popular lo tuvo claro, y, a pesar de estar a favor del contenido de la ley, votó en contra.
Este comportamiento, aparentemente irracional, no es una situación anecdótica. Siempre lo hace. Su prioridad no es la ley,
no es procurar nuevas herramientas con las que mejorar los servicios públicos y la atención a la ciudadanía sino hacer caer
al gobierno. Lo hizo con el ómnibus al impedir en un primer decreto la subida de las pensiones, lo ha hecho con muchas
leyes y ahora lo ha vuelto a hacer.
Lamentablemente, esta situación genera desapego de la política en términos generales y eso es lo verdaderamente
preocupante. Se nos valora a todos por igual y es absolutamente injusto. Ni las actitudes son las mismas ni los pactos se
hacen con el mismo objetivo. El gobierno ha demostrado siempre pactar con otros grupos para dar soluciones ante las
crisis sobrevenidas, mejorar los servicios públicos y avanzar en convivencia, cohesión social y territorial. Defendemos un
proyecto político para España mientras que el partido popular en cada decisión que adopta demuestra no tener proyecto
alternativo para este país. Una carencia que se ha hecho más evidente con el nuevo pacto de la vergüenza entre MAZÓN y
vox, promovido por el equipo de Feijóo y guía para otros presidentes autonómicos.
En definitiva, insisto, lo que es insostenible es la irresponsabilidad del partido popular por pactar con la derecha para
recortar derechos, asumir el discurso de odio de vox e impedir que salgan adelante las medidas del gobierno de España
aunque estén a favor de las mismas.