La estrategia del desgaste
Cada sesión de control en el Congreso se aleja más de lo que debería ser: un ejercicio democrático para mejorar las políticas públicas. En lugar de un debate útil, vemos un combate en el que la oposición ha reemplazado la crítica legítima por el ataque personal y el ruido constante. No se trata de confrontar ideas, sino de desgastar al adversario hasta deslegitimarlo por completo, aunque eso implique dañar las instituciones que compartimos.
El Partido Popular y Vox han decidido atacar todas y cada una de las acciones del Gobierno, sin matices ni alternativas, aunque eso suponga poner en riesgo la credibilidad del sistema democrático. Su objetivo es claro: presentar un país roto, como si todo fuera corrupción. Es una estrategia conocida: cuando la derecha no gobierna, intenta que nadie pueda hacerlo.
Una vieja táctica reactivada
¿Recuerdan el “Váyase, señor González”? ¿El acoso político al que se sometió a Zapatero? Hoy, al no tener argumentos económicos sólidos, han pasado al acoso judicial.
En 1989, Luis María Ansón, exdirector de ABC, lo reconocía sin rodeos en una entrevista en el Pais:
“Había que terminar con Felipe González, esa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro…, pero era la única forma de sacarlo de ahí.”
Hoy, toda la derecha parece haber retomado esa táctica: hay que sacar a Sánchez, sea como sea.
Lo dijo Aznar: “quien pueda, que lo haga”. Y en eso están.
Desgaste, no debate
Una mentira no se convierte en verdad por repetirla mil veces, pero sí puede dañar la reputación de quien la sufre. Para la derecha, nadie es un profesional válido si está vinculado al Gobierno. Todos los gobiernos, de cualquier signo, hacen nombramientos de confianza. Pero cuando lo hace este, se convierte en escándalo. Parece que la derecha considera que los cargos públicos le pertenecen por derecho. Un profesional debería ser cuestionado por sus actos, por sus hechos, por su gestión. Hay buenos y malos gestores en todos los partidos. Juzgar a alguien solo por su militancia es injusto y, además, deslegitima al que acusa más que al acusado.
Memoria selectiva
Resulta curioso que los responsables del PP olviden sus propios nombramientos, tanto en gobiernos centrales como autonómicos. El propio Feijóo fue presidente de Correos durante el mandato de Aznar. Y muchas autoridades portuarias actuales —la de Huelva, A Coruña, Cádiz o Almería— están dirigidas por exconcejales del Partido Popular. ¿O es que ahí no importa el carnet?
La respuesta: más política, más pedagogía
Llegados a este punto, no podemos resignarnos. No se trata de caer en el “y tú más”, pero sí de responder con datos, con claridad, con firmeza. Lo que hace el PP no es política: es politicidio. Y solo se combate con más política y más pedagogía. El Gobierno está cumpliendo, adoptando medidas para dar respuestas. España crece, avanza, genera más y mejor empleo. Y todo el ruido provocado no puede ocultar esta realidad. No podemos consentir que este ambiente enrarecido consiga que la ciudadanía se aleje de la política.
La democracia no se defiende sola.
Frente al desgaste, más política, más verdad y más valentía.