Si no explicas tus decisiones, otros las interpretarán —o las manipularán— por ti. En política, como en la vida, no basta con actuar: hay que dar la cara, explicar el porqué de lo que se hace, asumir errores cuando los hay, pero también defender con convicción lo que se hace bien.

Esta semana aprobaremos en el pleno del Congreso una reforma del Reglamento que viene avalada por la mayoría en la Comisión correspondiente. La reforma busca tres objetivos muy concretos: adaptar el lenguaje a una forma no sexista, flexibilizar el voto telemático en determinadas circunstancias y establecer normas de convivencia claras que protejan la actividad profesional e independiente de los medios de comunicación dentro de la Cámara. No es una revolución, pero sí una actualización necesaria, razonable y coherente con la evolución social e institucional de los últimos años.

Contar lo que hacemos… y por qué

Gobernar no es fácil. Decidir implica asumir riesgos, enfrentarse a críticas, defenderse de los bulos. Por eso es tan importante explicar. En democracia, la legitimidad no solo se obtiene en las urnas, sino también en la transparencia cotidiana.

Ningún partido está libre de contradicciones. Pero hay un principio que debería ser compartido por todos: no se puede pedir lo que uno mismo se niega a cumplir. Y mucho menos hacerlo desde la superioridad moral.

Por eso cabe dejar en evidencia la actitud del Partido Popular ante esta reforma. Votaron en contra en comisión, y lo hicieron con argumentos que son difícilmente sostenibles si uno observa lo que practican cuando tienen la mayoría en otra institución, como el Senado. La “ley del embudo” en su máxima expresión: lo ancho para mí, lo estrecho para los demás.

¿Qué es lo que se cambia en el Reglamento?

La reforma introduce mejoras técnicas y políticas. Una de las más relevantes es la posibilidad de solicitar el voto telemático en determinadas circunstancias personales justificadas, como una intervención quirúrgica, una enfermedad grave o una pérdida familiar, incluso cuando afectan a personas del entorno cercano —familiares de hasta segundo grado de consanguinidad o afinidad—. ¿De verdad es irresponsable que un diputado o diputada quiera estar al lado de su madre, su hermana o su suegro en un momento así? ¿No es más razonable adaptar el funcionamiento institucional a la vida real de las personas, también de quienes representamos a la ciudadanía?

La portavoz del PP llegó a decir, y cito literal, que “convertir lo excepcional en ordinario desnaturaliza la figura del diputado”.No hay demanda social ni dentro ni fuera de la Cámara para esta laxitud en las obligaciones de los diputados. En cambio, sí han considerado muy urgente que la Mesa, órgano máximo de gobierno de esta Cámara (Congreso), pueda celebrarse en la distancia; sí, se va a celebrar —y créanme porque lo vamos a ver— desde el salón de la casa de algunos de sus miembros.”

Una crítica que resulta cuanto menos desproporcionada, si tenemos en cuenta que, el 24 de junio, en la Mesa del Senado —donde ellos tienen mayoría— todos sus miembros excepto uno, y, presidente incluido, se conectaron por videoconferencia. ¿Acaso allí no se desnaturaliza nada? ¿O es que la distancia solo es legítima cuando beneficia a sus intereses?

Lo mismo ocurre con la presencia de ciertos pseudomedios en la Cámara, alentados por quienes luego claman por la libertad de expresión, pero se indignan cuando se establecen límites al insulto, a la interrupción y a la invasión del espacio profesional de los demás.

Esos límites no se imponen para restringir derechos, sino para garantizar que todos los derechos —también los de las diputadas, los funcionarios o los periodistas— puedan ejercerse sin violencia ni amenazas.

La ley del embudo como estrategia

No es la primera vez que el Partido Popular practica esta forma de entender la política. Ya lo denuncié en otro artículo: cuando están en la oposición, todo es atropello, precipitación e imposición. Cuando gobiernan, todo es orden, legitimidad y sentido de Estado. Para ellos, el procedimiento solo es válido si el resultado les favorece. Lo demás, lo deslegitiman.

Esa es la lógica de la ley del embudo: en el Senado, pueden flexibilizar el funcionamiento de la Mesa. En el Congreso, si lo propone una mayoría progresista, entonces es un ataque a la dignidad institucional. ¿En qué quedamos?

Conclusión: más ejemplaridad, menos cinismo

Ser diputado o diputada es un honor. Solo 350 personas en toda España ostentan esta representación. Y claro que eso conlleva sacrificios. Pero también exige responsabilidad. La ciudadanía tiene derecho a saber qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. Y también a exigirnos coherencia.

Las normas que estamos actualizando no son caprichos. Son medidas razonables que dignifican la institución. Nadie está por encima del reglamento, pero tampoco nadie debería convertirlo en un arma arrojadiza según le convenga. La política necesita reglas claras y comportamientos ejemplares. Lo demás es ruido.

Y ya sabemos: si no hablas, hablarán por ti.